sábado, 28 de fevereiro de 2015

SANTOS QUE CANTAN - (CHARLES SPURGEON)

Charles Spurgeon – Santos que cantan

Charles Spurgeon
Algunas personas necesitan que se les diga esto, pero para el salmista no era necesario, le venía a él como algo natural. Ahora que había sido restaurado, quería tomar su lugar en medio de los cantantes del coro para cantarle a Jehová. No estaba satisfecho con cantar solo, ¿qué hijo de Dios lo estaría?David había estado gravemente enfermo, y el Señor lleno de gracia le había restaurado la salud. David dijo: “Jehová Dios mío, a ti clamé, y me sanaste. Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; me diste vida, para que no descendiese a la sepultura.” Tan pronto recuperó la salud y la fuerza, los instintos de santidad de David lo guiaron a alabar al Señor. La primera cosa que debe hacerse, tan pronto se tiene clara la garganta después de una enfermedad, es cantar alabanzas a Dios; la primera cosa que se debe hacer cuando los ojos recobran otra vez su brillo, es mirar al Señor con agradecimiento y gratitud.
Cuando observamos los pájaros en la primavera, vemos que cuando se despierta el primero, y comienza a cantar, está llamando a sus compañeros. ¿Acaso no es su canción una invitación a todos los cantores emplumados del bosque para que se unan a él, y viertan en coro su armonía?
De igual manera, es característico de un corazón rebosante de alabanza que naturalmente busque sociedad en su canto. No nos gusta alabar solos a Dios; podemos hacerlo, y lo haremos si debemos hacerlo; pero nuestro corazón a menudo grita fuertemente a nuestros hermanos y hermanas en Cristo: “alaben ustedes al Señor.” Nuestro mismo “Aleluya” tiene la intención de sacudir a otros para que se unan en esta santa práctica, pues quiere decir precisamente “alaben ustedes al Señor.”
Mi único deseo en este preciso instante es que, aquellos de nosotros que hayamos recibido de Dios una misecordia especial, alabemos Su nombre; y luego que todos los demás, (si hubiese alguien que no hubiera recibido una de esas misericordias notables que muchos de nosotros hemos recibido), también se sientan exhortados a unirse en el cántico sagrado de agradecimiento hacia nuestro Dios.
Este es un deber que es placentero; no hay nada más delicioso que cantar alabanzas al Señor. Asimismo es un deber que es muy provechoso; será tanto una bendición para ustedes como algo agradable a Dios. Cantar tiene un efecto curativo sobre muchas de las enfermedades del alma; estoy seguro que aligera las cargas de la vida, y casi diría que acorta el tedioso camino del deber si solamente pudiéramos cantar mientras nos desplazamos por él. Esta santa ocupación es agradable y provechosa, y nos prepara para otro mundo y para un estado más elevado. Me gusta cantar con el doctor Watts:
“Me gustaría dar aquí comienzo a mi música,
Para que mi alma se eleve:
¡Oh, que algunas notas celestiales llevasen
Mis emociones a los cielos!”
Vamos camino a la gloria, asi que cantemos mientras completamos nuestra jornada; y como canta la alondra cuando remonta el vuelo, batiendo sus alas al compás de su música y aumentando su canto conforme sube por los aires, que así suceda con nosotros en nuestro ascenso hacia las puertas del cielo: cada día un salmo, cada noche una marcha que se ha completado y que nos acerca al hogar, más cercanos a la música del cielo y con mayor capacidad para imitarla. Cantemos ahora, al menos en nuestros corazones, si no podemos cantar con los labios, cantemos al Señor. Ese es nuestro texto: “Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad.”
Me parece que nuestro texto es sumamente adecuado para la Santa Cena que vamos a celebrar la noche de este domingo. Estamos a punto de reunirnos a la mesa donde están colocados los memoriales de la muerte de nuestro Salvador, y hay tres cosas acerca del texto que me llevan a considerarlo muy apropiado para una ocasión como ésta. Esas cosas son, en primer lugar, la especial adecuación de la exhortación para nuestro presente culto: “Cantad a Jehová.” En segundo lugar, la especial conveniencia del tema para que lo meditemos: “La memoria de su santidad.” Luego, en tercer lugar, la admirable conveniencia de la compañía que es invitada a unirse en el cántico, pues son exactamente las mismas personas que son invitadas a sentarse a la mesa de la comunión: “Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad.”
I. Primero, entonces, consideremos LA ESPECIAL ADECUACIÓN DE LA EXHORTACIÓN PARA NUESTRO PRESENTE CULTO: “Cantad a Jehová.”
Deben venir a la mesa donde recuerdan la muerte de su Salvador, donde deben alimentarse de los memoriales de Su pasión. Vengan aquí con un corazón listo para cantar. “¡Oh!” dirá alguno, “yo pensé que debía venir con lágrimas.” Sí, ven con llanto; serán lágrimas muy dulces para Cristo si las dejas caer sobre Sus pies para lavarlos con tu llanto penitencial. “¡Oh, señor!” dirá otro, “yo pensé que definitivamente debía venir con profunda solemnidad.” Así debe ser, y ay de ti si te acercas de cualquier otra manera; pero, ¿piensas que hay un divorcio entre la solemnidad y el gozo? Yo no lo pienso.
La excesiva frivolidad está emparentada con la tristeza, y pronto se coagula y se convierte en ella; la risa es solamente superficial, y justo debajo de su piel está el suspiro. Pero en el hombre que es calmado, quieto, sobriamente cuidadoso, hay profundidades de gozo que no se pueden medir. Hay un pequeño gozo superficial que puede ir cantando sobre las piedras del arroyuelo, pero que pronto se desvanece. Yo no los estoy invitando a ese tipo de alegría, sino más bien a ese gozo solemne que sienten los hombres piadosos, y que puede expresarse adecuadamente en un himno santo. “Cantad a Jehová.” Esa no es música frívola. “Cantad a Jehová.” Esa no es ninguna balada o canción; es un salmo, profundo, solemne y de mucho contenido, y su gozo es grandioso. “Cantad a Jehová, vosotros sus santos.”
“Pero aun así,” me dirán, “no podemos ver la conveniencia de cantar en esta mesa de Santa Cena.” Bien, entonces, si no pueden hacerlo, pronto la verán, pues les recuerdo que en esta mesa celebramos una obra consumada. Salomón dijo: “Mejor es el fin del negocio que su principio.” El gozo no está en la siembra sino en la cosecha. El Señor nos ordena que pongamos pan y vino sobre la mesa para mostrarnos que Su obra está consumada por Su muerte. Allí está el pan y allí está el vino; estos elementos son diferentes y separados. Ellos indican la carne y la sangre, pero la sangre separada de la carne, una señal segura que la muerte ha ocurrido. Es la muerte de Cristo la que celebramos mediante esta comunión, y esa muerte tiene inscrita sobre ella esta frase: “Consumado es.”
Él había concluido la obra que el Padre le había asignado, y por tanto entregó el espíritu. Yo ciertamente me regocijo porque la muerte de Cristo es un hecho consumado. Nosotros hemos cantado, en tonos doloridos, con un corazón casi sangrante, la triste historia de la cruz, y los clavos, y la lanza, y la corona de espinas, y ha sido un dulce alivio para nosotros cuando el poeta nos ha llevado a cantar:
“Ya no más lanza sangrienta,
Ya no más ni cruz ni clavos,
Pues el infierno mismo tiembla ante Su nombre,
Y todos los cielos adoran.”
Es una infinita satisfacción para nosotros que:
“La cabeza que una vez fue coronada de espinas,
Está ahora coronada de gloria.”
Toda la vergüenza y la triteza han llegado a su fin, todo eso terminó; nos acercamos a la mesa para comer este pan, y para beber de esta copa, en memoria de una gloriosa obra, una obra que le costó al Salvador Su vida, pero una obra que es completa y perfecta, y aceptada por Dios.
¿Recuerdan las labores de Hércules? ¿Qué son esas labores comparadas con el trabajo del Cristo de Dios? ¿Piensan en las conquistas de César? ¿Qué son éstas junto a las victorias de Cristo, que ha llevado cautiva a la cautividad, y ha recibido dones para los hombres? Amados hermanos, yo pienso que ninguna música puede ser demasiado alta, demasiado agradable, demasiado gozosa, cuando nos reunimos alrededor de esta mesa, y nos decimos unos a otros: “Estamos celebrando el feliz término de eso que Jesús se propuso hacer cuando nació en Belén, cuando vivió en Nazaret, cuando sudó grandes gotas de sangre en Getsemaní, y murió en la cruz del Calvario.” Por tanto, “Cantad a Jehová, vosotros sus santos.”
Veo también otra razón más de por qué debemos acercarnos a esta mesa con un himno santo, y es, no sólo a causa de una obra consumada, sino a causa de un resultado obtenido, al menos en cierta medida. Miren ustedes. En vez de carne veo pan; en vez de sangre veo vino. Yo sé que el pan y el vino son símbolos de la carne y la sangre, pero también sé que son algo más; no sólo son símbolos de las cosas en sí, sino también de lo que sale de esas cosas. Me voy a explicar mejor. Hoy, debido a que Cristo ha muerto, se ha preparado una mesa para las almas muertas de hambre de los hombres. Dios ha abierto Su casa; como un rey grandioso, coloca Su mesa en la calle, y envía a sus siervos y les ordena que inviten a los hambrientos, a los pobres, a los necesitados, a los sedientos, para que vengan y coman y beban y queden satisfechos; y puesto que, enloquecidos y embrutecidos por su pecado, no quieren venir, Él agrega este mandato: “Fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.”
Y, hermanos y hermanas, cuando ustedes y yo nos reunimos alrededor de esta mesa, si en verdad hemos venido a Cristo espiritualmente, Él ve en nosotros una parte de la recompensa de Sus sufrimientos. El festival ha durado estos mil ochocientos años, y relevos de invitados han estado continuamente celebrando el festín a la mesa del grandioso Rey que dice: “Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida,” y Sus invitados todavía están llegando, millones de ellos, y todos habrían muerto si no hubieran vivido alimentánse de Cristo, todos ellos se habrían perdido si no hubieran sido salvados por la sangre preciosa de Jesús. Todavía están llegando, y nuestro ojo profético ve, en los batallones que se están congregando en este domingo en todo el mundo, la vanguardia de un ejército más poderoso, el cual nadie puede contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas. Por tanto, “Cantad a Jehová, vosotros sus santos.” La simple preparación de la mesa de la comunión, y la reunión de hombres y mujeres alrededor de ella para gozar espiritualmente del festín de su Señor agonizante, es una razón muy importante para estar agradecidos.
En tercer lugar, existe una razón de por qué algunos de nosotros debemos cantar al Señor, pues aquí hay una bendición gozada. No solamente se están congregando muchos en diversas partes del mundo, y se están alimentando de la carne y de la sangre del Crucificado, sino que es motivo de un gozo especial que ustedes y yo estemos aquí también. Estoy contento, amado hermano, que estés aquí; es un gran motivo de gozo para mí que mi hermano en la carne esté aquí, y es un gran deleite que muchos de ustedes con quienes he convivido durante tanto tiempo en feliz comunión estén aquí; pero yo no podría soportar estar ausente. Si yo tuviera que irme al finalizar el servicio, y dejarlos a ustedes aquí para que estén en comunión con el Señor, y yo no tuviera ni parte ni porción en el asunto, me perdería de un gozo sumamente grande.
Ustedes que aman al Señor, ¿quieren recordar aquellos días cuando no lo conocían a Él, pero que anhelaban conocerlo? Hubo una época en que ustedes suspiraban y clamaban por Él, y si alguien les hubiera dicho: “ustedes se sentarán a la mesa con una grandiosa compañía en tal y tal noche, y el Señor será muy precioso para ustedes, y su corazón estará desbordante de deleite,” ustedes habrían respondido: “me temo que eso es demasiado bueno para ser verdad, y no creo que eso me suceda alguna vez a mí.”
A mí me ocurrió durante un tiempo, que si yo hubiera podido ser el último de los perrillos bajo la mesa de Cristo, y hubiera recogido las migajas y los rancios mendrugos, y los huesos despreciados por otros, yo hubiera lamido Sus pies con mucho gozo. Sin embargo ahora, ¡miren! Estoy sentado en medio de Sus hijos, y soy uno de ellos, y tengo el placer de pasar a ustedes, mis hermanos y hermanas, los exquisitos bocadillos que Él pone en la mesa, y si ustedes no cantan, yo debo hacerlo; si nadie de ustedes quiere cantar, yo tendré que cantar solo, no puedo evitarlo. Pero yo creo que cada uno de ustedes siente la misma maravilla, deleite y gratitud al pensar que ustedes también están participando de esta cena.
Hay todavía otro tema por el que debemos cantar al venir a esta mesa, y es que esta comunión nos recuerda una esperanza revivida. ¿Qué dijo el apóstol Pablo relativo a esta ordenanza? “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.” Esta es una de las señales que nuestro Señor nos ha dado como garantía que vendrá de nuevo; en efecto, Él dice: “Coman ese pan, beban de esa copa, y yo me acercaré más y más, cada vez que ustedes se congreguen así alrededor de Mi mesa.”
Bueno, entonces, si ustedes no cantaron la última vez, deben cantar ahora al pensar que Jesús viene otra vez. No se ha ido para siempre; de acuerdo a la Escritura, no se ha ido por mucho tiempo. Cada hora lo acerca más, y ya no puede faltar mucho para que Él venga otra vez. Recuerden lo que los dos varones con vestiduras blancas les dijeron a los discípulos: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá” (literalmente y personalmente) “como le habéis visto ir al cielo.” Tan cierto como que Jesús vive, Sus pies se posarán en el último día sobre el Monte de los Olivos, y Él vendrá para reinar entre Sus ancianos gloriosamente.
Esta segunda venida de nuestro Señor, no como una ofrenda por el pecado, no en vergüenza ni humillación, sino en toda la gloria de Su Padre y de Sus santos ángeles, nos lleva a golpear con golpes de gozo los címbalos agudos. Nosotros ya estamos anticipando el triunfo final del Señor Jesucristo, cuando todos Sus enemigos se inclinen ante Él. Sucederá, así se hará, y esta Cena es el memorial de que ciertamente será así; por tanto, “Cantad a Jehová, vosotros sus santos.”
Pienso que he demostrado que esta exhortación se adecúa muy bien a nuestro presente culto.
II. Ahora, en segundo lugar, queridos amigos, observen LA ESPECIAL CONVENIENCIA DEL TEMA PARA NUESTRA MEDITACIÓN: “Y celebrad la memoria de su santidad.”
Se necesita un santo para que celebre la memoria de un Dios santo. Los pecadores odian la santidad porque ellos temen la santidad; pero los santos aman la santidad porque ellos no tienen ningún motivo para temerle, y porque, por otro lado, se ha convertido en una fuente de consuelo y gozo para ellos.
Alrededor de esta mesa, quiero que piensen en primer lugar, acerca dela santidad divina vindicada. Dios nos amó, hermanos, y quiso salvarnos; pero no quiso ser injusto aun para salvarnos. Su grandioso corazón estaba lleno de amor, pero aun para satisfacer ese corazón de amor Él no podría tolerar que Su ley justa fuese deshonrada, ni que Su gobierno moral fuese menoscabado. Algunas veces los hombres hablan del castigo de Dios al pecado como si fuera un capricho en Él. Es una necesidad; está impreso en la misma existencia de los seres morales que la santidad debe traer felicidad, y que la impiedad debe acarrear tristeza, y Dios no va a revertir lo que Él ha ordenado muy adecuadamente para que sea el orden eterno de las cosas.
Dios debe ser justo, y por tanto no podría pasar por alto la culpa humana, y tolerarla. Entonces, ¿qué debe hacerse? Él mismo, en la persona de Su amado Hijo (pues no olviden nunca que Dios el Padre dio a Su Unigénito y bienamado Hijo) Él mismo, en la persona de Su amado Hijo vino a este mundo, asumió nuestra naturaleza, y en esa naturaleza se convirtió en el Representante de Su pueblo, y como su Representante cargó sobre Sí mismo con sus pecados; y siendo encontrado con los pecados imputados a Él, Dios trató con nuestro pecado como puesto en Él. Lo encontró allí, y lo castigó allí, y por causa de nuestro pecado Jesús se desangró, y Jesús murió; y ahora, cuando nosotros venimos a un estado de paz con Dios, no es sobre las ruinas de una ley quebrantada, no es sobre las tablas rotas que Moisés rompió al pie del monte, sino que venimos al Dios santo por un camino santo.
Los pecadores son perdonados de una manera justa, los injustos son considerados como justos de una manera justa; en la salvación de un pecador, la justicia de Dios no está inactiva o velada. Él es justo, y el que justifica al que es de la fe en Jesús. Yo amo esta gloriosa verdad; me parece que el atractivo de la misericordia en Cristo consiste en que es una misericordia justa. La quintaesencia del deleite es que, cuando el santo llegue al cielo, estará tan justamente allí como el pecador en el infierno estará justamente allí. Se verá tanto de la santidad divina en la salvación del ladrón moribundo como en la condenación de ese otro ladrón que pereció en su pecado.
Por tanto, conforme nos sentemos a la mesa del Señor, “celebremos la memoria de su santidad.” Vamos a tener comunión con un Dios que, aunque tenga comunión con nosotros, y entregue Su amor a Sus elegidos, no quebrantaría Su propia ley, ni haría eso que, bajo el juicio más estricto, pudiera considerarse como injusto. Yo me gozo ciertamente en ese hecho incuestionable, y mi corazón se alegra al tiempo que les recuerdo esto.
Y, a continuación, demos gracias al recordar la declarada santidad de Cristo. Es una feliz ocupación contemplar el perfecto carácter de nuestro amado Redentor. Si se pudiera haber encontrado una falta o defecto en Él, no habría podido ser el Sustituto adecuado para nosotros. Si hubiera cometido un único pecado, no habría podido cargar con nuestros pecados, ni habría podido quitarlos. Piensen, por tanto, cuando se sienten alrededor de esta mesa, cuán puro Cristo fue Él, un hombre perfecto y un Dios perfecto, poseedor de un carácter sin mancha, y luego, puesto que esto era absolutamente necesario para llevar a cabo la expiación que ahora celebran en esta mesa, “celebrad la memoria de su santidad.”
Me parece que lo veo entrar, con Sus vestiduras blancas como la nieve, ceñido con un cinturón de oro, con un rostro que por Su pureza y brillo es semejante al sol cuando brilla en su cenit; y yo me postro, y admiro y adoro, no solamente Su misericordia, y Su mansedumbre, y Su caridad, sino la santidad perfecta de mi Redentor y Señor. Al acercarse a esta mesa, amados hermanos, celebren la memoria de la santidad de Aquél que se sienta a la cabecera del banquete: el propio Señor Jesús, que les pasa la copa, y les dice: “Bebed de ella todos,” y quien parte el pan y dice: “Tomad, comed: esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.” “Celebrad la memoria de su santidad.”
También pienso que será muy congruente con nuestra presente actividad que pensemos en la santidad de Dios como la garantía de nuestra salvación. Decir esto podría parecer algo muy sorprendente, pero es verdaderamente cierto. ¡Bendito sea el Dios justo! Después de todo, nosotros descansamos nuestra esperanza en la justicia de Dios. Si Dios pudiera mentir, entonces ni una sola promesa suya sería confiable. Si Dios pudiera hacer algo injusto, entonces Su pacto podría ser arrastrado por el viento. Pero Dios no es injusto para olvidar la obra de Su amado Hijo, y “Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor.” El que ha empeñado Su palabra para con ustedes diciendo: “Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe,” mantendrá Su compromiso inviolable, y ustedes estarán allí. El que ha dicho: “No se avergonzarán los que esperan en mí,” mantendrá Su promesa, y ustedes nunca serán avergonzados.
Ustedes, pobres pecadores, cuando vienen a Cristo por primera vez, miran la misericordia de Dios y confían en ella y hacen muy bien en esto; pero después que han estado un poco con Cristo, vienen a “celebrar la memoria de su santidad.” Ustedes ven que, detrás de Su misericordia, como verdadero cimiento y pilar de Su gracia, está Su justicia. Amados hermanos, al acercarnos a la mesa de la comunión, demos gracias por el recuerdo de una esperanza que está cimentada sobre la justicia de Dios, y por tanto cantemos alabanzas a Su santo nombre.
Algo más. Pienso que en esta mesa, podemos dar gracias que la santidad de Dios es nuestra meta, el objetivo al que apuntamos, ay, y que algún día alcanzaremos. “Sed santos, porque yo soy santo.” “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Algunas veces yo les pregunto a nuestros jóvenes amigos, cuando se van a unir a la iglesia, que sin son perfectos; y con sus ojos muy abiertos me miran y dicen: “Oh, no, ¡estamos muy lejos de serlo!” Entonces, cuando les pregunto: “¿Quisieran ser perfectos?” sus ojos brillan con deleite, casi como si dijeran: “¡Claro, ese es el cielo que estamos buscando, ser absolutamente libres de pecado! No nos importa la tristeza, la enfermedad, el dolor, la persecución, ni nada parecido, siempre y cuando pudiéramos deshacernos del pecado.”
“Si el pecado es perdonado, estoy confiado;” y si el pecado es conquistado estoy perfectamente feliz. Este será el caso con todos los creyentes uno de estos días, pero no aquí. De todas las personas que he conocido jamás, que me han dicho que eran perfectas, puedo afirmar que yo estaba moralmente seguro que no lo eran; sólo necesitaba escucharlos durante cinco minutos, para que me demostraran su propia imperfección. Pero, amados hermanos, seremos perfectos un día. “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”
Él los sostiene ahora como una vasija que está todavía sin terminar en la rueda del alfarero; ustedes ahora son arcilla, y el grandioso Alfarero está poniendo Sus dedos sobre ustedes, y los está moldeando. El trabajo de moldeado se encuentra a la mitad, pero Él no los desechará nunca; Él no comienza a formar una vasija para honor, y luego abandona Su trabajo, sino que Él perfecciona todo aquello que comienza; y, uno de estos días, ustedes y yo estaremos juntos como una parte de la obra perfecta de Dios de la cual Él mismo dirá: “Es muy buena.” Por lo cual, cuando venimos a esta mesa, aunque nos acerquemos suspirando debido a nuestras propias imperfecciones, vengamos cantando a causa de la santidad de Dios, esa santidad que compartiremos un día.
“¡Oh, gloriosa hora! ¡Oh, mansión bendita!
Yo estaré muy cerca, y seré semejante a mi Dios.”
Los hijos tendrán la semejanza de su Padre, los hermanos serán conformados a las glorias del Primogénito; por lo cual, “Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad.”
III. Por último, el texto es muy apropiado para la comunión debido a LA ADECUACIÓN DEL PUEBLO a quien está dirigido, pues es el mismo pueblo que debe acercarse a esta mesa: “Cantad a Jehová, vosotros sus santos.”
En primer lugar, entonces, quienes vienen a esta mesa deben ser “santos.” “¡Ah!” dirá alguien, “así es como me referí a uno de ustedes esta tarde: ‘uno de tus santos.'” Yo supongo que pensabas que era un feo nombre, ¿no es cierto? Bien, puedes llamarme así cuantas veces quieras, únicamente deseo que demuestres que el título es verdadero. “Mira allí,” le dijo un hombre a un cristiano al momento de empujarlo al albañal, “toma eso, John Bunyan!” ¿Qué respondió el otro hombre? Pues, recogió su sombrero, y dijo: “puedes empujarme al albañal de nuevo si me llamas por ese nombre, pues me da mucha satisfacción recibir ese cumplido.” Llamas a alguien “santo,” ¿y luego piensas que lo has ofendido? ¿Por qué no lo llamas noble? ¿Por qué no lo llamas un par del reino? Pues muchos de sus nobles, muchos de sus pares del reino, son cosa muy pobre cuando son comparados con los “santos.”
Yo prefiero ser un santo que un emperador, o que todos los emperadores comprimidos en uno. ¡Un “santo”, es un título glorioso! “¡Oh!” dirá alguno, “yo me refiero a los santos de Cromwell.” ¿A ellos? Bien, no eran un mal tipo de santos, después de todo, ya sea que los midas por la fortaleza de su brazo en el día de la batalla, o por la fuerza de sus pulmones cuando cantaban, “Que se levante Dios, y que Sus enemigos sean dispersados,” y gritaban en el nombre de Jehová en medio de la batalla, o cuando regresaban a sus tiendas, y se arrodillaban en oración, y tenían comunión con el Altísimo.
Pero yo no me refiero a los santos de Cromwell, y ya no voy a hablar más de ellos; pero sí digo que esto es lo que cada cristiano debería ser, un “santo.” Quiere decir una persona santa, una persona que se esfuerza por ser santa, uno que es apartado para servicio y gloria de Dios. Estas son las personas que deben celebrar la memoria de la santidad de Dios, porque Dios los ha hecho santos también. Ellos son partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción de este mundo por causa de la lascivia, y así son santos, y ellos son las personas que deben venir a la mesa del Señor.
Pero observen que no solamente son santos, sino que son “vosotros sus santos.” Es decir, son los santos de Dios; no los santos de Roma, sino los santos de Dios; puede que sean los santos de Cromwell, pero mejor aún, ellos son los santos de Dios. “Oh vosostros sus santos.” Es decir, ellos son santos que son hechura Suya, pues eran grandes pecadores hasta que Él los convirtió en santos; y son santos que Él guarda, pues pronto se volverían pecadores si Él no los guardara. Ellos son santos alistados en Su ejército, juramentados para servir bajo Su estandarte, para serle fieles a Él hasta la muerte.
Ellos son “sus santos,” esto es, ellos son santos que Él compró con Su preciosa sangre, y que Él tiene el propósito de conservar para siempre porque los ha comprado a un precio muy grande. Ellos son santos que estarán con Él en aquel día cuando aparezca con todos Sus santos. Entonces, “Cantad a Jehová, vosotros sus santos.” Si Dios te ha hecho santo, si perteneces a Cristo, y por tanto eres santo, deja que tu corazón cante; arroja fuera tus dudas, despójate de tus temores, olvida tus tristezas: “Cantad a Jehová, vosotros sus santos.”
Además, estas personas a las que se refiere el texto, el tipo de gente que debe venir a la mesa de la Santa Cena, son santos agradecidos de Dios.Ellos “celebran la memoria de su santidad.” El hombre que no tiene que dar gracias, no debe sentarse a la mesa del Señor, pues es llamada la eucaristía, que significa dar gracias. Todo el propósito es dar gracias de principio a fin. Jesús tomó el pan, y dio gracias; de la misma manera también tomó la copa, y dio gracias. Así que, “Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad (dad gracias).” Si queremos acercarnos correctamente a la mesa del Señor, debemos ser santos agradecidos.
Luego, finalmente, quienes vienen a la mesa del Señor deben ser santos cantores. “Los santos que se lamentan, ¿no pueden venir?” ¡Oh, sí! Que vengan y sean bienvenidos, pero que aprendan a cantar. Los santos débiles y enclenques, ¿no pueden venir? ¡Oh, sí! Pero que no permanezcan en ese estado. “Los santos que gimen, ¿no pueden venir?” Sí, pueden venir si quieren; pero los gemidos están fuera de lugar cuando tienes tu cabeza en el pecho de Cristo, y tienes Su carne y Su sangre como tu alimento; cuando tienes tu festín en Él, deben cesar todos tus gemidos y lamentos.
Yo quisiera que más elementos del pueblo de Dios se pusieran a cantar; he conocido a unos cuantos que verdaderamente eran santos cantores. Recuerdo a un señor de muy avanzada edad en los días de mi primera juventud. La primero que hacía cuando se levantaba en la mañana, era cantar un himno mientras se lavaba y se vestía. Cuando bajaba las escaleras, la familia ya sabía que venía, al oírlo cantar. Cuando salía a la calle iba tarareando trozos de alguna canción, y la gente se reía, y decían que el viejo Fulano de Tal siempre estaba cantando. Nunca podías callar al buen anciano, pues tan pronto terminaba un himno comenzaba otro, y si alguien lo detenía para que no cantara, solamente esperaba un poco para comenzar a cantar otra vez, pero en ese momento de silencio, cantaba en su corazón.
No tenemos suficientes santos cantores. El otro domingo por la mañana me di cuenta que en un rincón del Tabernáculo estaba la tripulación de un barco salvavidas, y uno de esos hermanos comenzó a decir “¡Amén!” tan pronto comencé a orar. Alguien hizo que se callara, y no puedo decir que lo lamenté, ni por mí ni por la congregación en general; pero cuando terminó el servicio, él y sus compañeros dijeron que les había gustado la predicación, ¡pero que cuántas personas muertas estaban allí presentes! El marino en cuestión era un metodista de hueso colorado, acostumbrado a exclamar “¡Gloria!” y “¡Aleluya!” así que no pudo entenderlos a ustedes.
Uno de mis amigos me dijo: “Si yo no hubiera dicho: ‘¡aleluya!’ el otro domingo por la mañana, habría reventado.” Me gusta que la gente llegue a esa condición; y si algunas veces tienen que romper el silencio y gritar “¡Gloria!” pues es mejor eso que dejar que revienten. Es una gran misericordia que sientan que sus corazones están tan rebosantes que están a punto de reventar.
La gente expresa su admiración y su deleite espontáneamente por cosas muy inferiores a los gozos de Dios, y a los privilegios de Su pueblo; por tanto, “Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad.” Ahora ustedes deben terminar este sermón en mi lugar, poniéndose de pie y cantando:
“¡Todos alaben el poder del nombre de Jesús!
Que los ángeles caigan postrados:
Traigan la diadema real,
Y corónenlo a Él como Señor de todo.”

quarta-feira, 11 de fevereiro de 2015

As Sagradas Escrituras (Bíblia)


Por que estudar a Bíblia?

  É de primeira necessidade que o cristão conheça profundamente sua fé e sua base doutrinária. Sem o conhecimento adequado da Palavra de Deus, um cristão não possui qualquer condição de prevalecer contra as falsas doutrinas, e muito menos de entender e praticar o Cristianismo.
  Tendo em vista a necessidade de um conhecimento amplo e profundo da fé e teologia cristã, esse estudo abordará as Sagradas Escrituras, para que o cristão:
1. “Saiba responder a quem lhe perguntar sobre a razão da sua fé”. (1Pe. 3.15);
2. Apresente-se aprovado a Deus. (2Tm. 2.15);
3. Não seja condenado por não conhecer corretamente sua fé. (Os. 4.6 e Mt. 22.29);
4. Entender que a única forma de fé aceitável à Deus emana do padrão das Escrituras. (Rm. 10.17 e Hb. 11.3);
5. Ser habilitado a batalhar pela fé cristã com qualidade (Jd. 3).
6. Saber identificar e se guardar das heresias, dos equívocos e das falsas interpretações bíblicas (Mt. 16. 6-11/12).
O que a Bíblia significa para nós?
Por fim, o estudante sincero das Escrituras deve saber que a Bíblia é o próprio Deus infinito se revelando ao homem e que tudo que podemos descobrir de Deus é o que Ele mesmo revela de si próprio (Jo. 1.1), igualmente devemos compreender que a Bíblia é a nossa própria vida (Dt. 32.47) e que contém em si um padrão de mandamentos, conceitos e regras a ser conhecido e obedecido (Os. 6.3 e Tg. 1.22).

1.1  INTRODUÇÃO

  “Mas, para que nos reluza a verdadeira religião, é preciso considerar isto: que ela tenha a doutrina celeste como seu ponto de partida; nem pode alguém provar sequer o mais leve gosto da reta e sã doutrina, a não ser aquele que se faz discípulo da Escritura. Donde também provém o princípio do verdadeiro entendimento: quando abraçamos reverentemente o que Deus quis testificar nela acerca de si mesmo. Ora, não só a fé consumada, ou completada em todos os seus aspectos, mas ainda todo reto conhecimento de Deus nascem da obediência à Palavra.” (CALVINO, João. Institutas. Tradução: Waldyr Carvalho Luz. São Paulo: Cultura Cristã, 2003. p. 79).
“(…) porque a verdade se dirime de toda dúvida quando, não se apoiando em suportes alheios, por si só ela própria é suficiente para suster-se.
Quão peculiar, porém, é esse poder à Escritura, transparece claramente disto: que dos escritos humanos, por maior que seja a arte com que são burilados, nenhum sequer nos consegue impressionar de igual modo. Basta ler a Demóstenes ou a Cícero; a Platão ou a Aristóteles, ou a quaisquer outros desse plantel: em grau admirável, reconheço-o, são atraentes, deleitosos, comoventes, arrebatadores. Contudo, se te transportares dali para esta sagrada leitura, queiras ou não, tão vividamente te afetará, a tal ponto te penetrará o coração, de tal modo se te fixará na medula, que, ante a força de tal emoção, aquela impressividade dos retóricos e filósofos quase que se desvanece totalmente, de sorte que é fácil perceber que as Sagradas Escrituras, que em tão ampla escala superam a todos os dotes e graças da indústria humana, respiram algo de divino.” (CALVINO. João. op. cit. p. 88-89).
O vocábulo Bíblia é proveniente da palavra grega biblos ou bíblion, que significa rolo, livro, livros ou coleção de livros, esta última, a forma como atualmente é empregada, ou seja, como um conjunto de livros divinamente inspirados, que foram agrupados, passando a ser a fonte de autoridade e regra de fé cristã.
A Bíblia foi composta em um período de aproximadamente 1.545 anos, desde seus cinco primeiros livros, escritos por Moisés, que recebem a denominação de Pentateuco, até seu último livro, chamado Apocalipse, escrito pelo apóstolo João. A Bíblia contém 66 livros, divididos em Antigo e Novo Testamentos, e foi escrita por aproximadamente 46 escritores diferentes.
Fato importante de se salientar é que apesar de a Bíblia ter sido escrita por uma variedade tão grande de pessoas e em épocas diferentes, manteve em sua essência o mesmo ensino e doutrina, ocorrência essa que somente soma a favor de sua qualidade como a Palavra inerrante, autêntica e inspirada de Deus, que conduziu toda a sua escrita, através de homens que Ele mesmo separou para essa importantíssima tarefa.

1.2 BREVES CONSIDERAÇÕES SOBRE ALGUNS TERMOS RELACIONADOS À BÍBLIA

  Abaixo relacionamos alguns termos que são costumeiramente empregados em relação à Bíblia:
- Canônico à Do grego kanon, que siginifica cana, regra, medida. Faz referência aos 66 livros considerados como autênticos, inerrantes e inspirados por Deus, que compõem a Bíblia protestante atual.
- Deuterocanônico à Do grego deutéro + kanon, que significa do outro cânon, ou daoutra regra, significando que tais livros não foram considerados “Escrituras” pela comunidade cristã ou judia fiéis, nos tempos de sua composição.
- Apócrifos ou Pseudo-Epígrafos à Do grego apókryphos, que significa não-autêntico, falso, secreto, e pseudés-epigrápho, que significa falso responsável pela escrita. Diz-se dos livros tidos como não-fidedignos pela cristandade e pelo judaísmo, ou seja: são aqueles considerados falsos, mentirosos ou incompatíveis com a história, cultura, fatos e espiritualidade da época. São os seguintes livros: O Primeiro Livro de Adão e Eva, O Segundo Livro de Adão e Eva, Livro dos Segredos de Enoque, Livro das Ascenção de Isaías, Conto dos Patriarcas, O Martírio de Isaías, Melchizedek, Narração do Dilúvio da Epopéia de Gilgamesh (Relato Babilônico), O Testamento de Abraão, A Assunção de Moisés, Caverna dos Tesouros, Livro de Enoque (I Enoque), Testamento dos Doze Patriarcas, O Hino da Pérola Sobre a Origem do Mundo, O Livro dos Jubileus, Livro da Infância do Salvador, A História de José, o Carpinteiro, Evangelho Árabe da Infância, Excertos do Evangelho Armênio da Infância José e Asenath, Evangelho Pseudo-Mateus da Infância, Evangelho Pseudo-Tomé, Evangelho de Judas, Proto-Evangelho de Tiago, Evangelho de Nicodemus, Descida de Cristo ao Inferno (versão grega), Descida de Cristo ao Inferno (versão latina), Evagelho de Bartolomeu, Evangelho de Pedro, Evangelho Segundo Tomé, o Dídimo, Excertos do Evangelho de Maria, Agrapha Extra-Evangelho, Evangelho Segundo Felipe, O Evangelho da Verdade, O Evangelho de Valentino, Ciclo de Pilatus, Julgamento e Condenação de Pilatus, Declarações de José de Arimatéia, Aquele que reclamou o Corpo do Senhor, e que Contem a Causa dos dois ladrões, Cartas do Senhor, Discurso Sobre o Domingo, Apócrifos da Assunção, Passagem da Bem-Aventurada Virgem Maria, Didaquê: O Ensino dos Doze Apóstolos, Apocalipse de Baruch, Apocalipse de Adão, Apocalipse de Abraão, Apocalipse de Moisés, Apocalipse de Elias, Apocalipse de Pedro, Apocalipse de Tomé.
- Bíblia Stuttgartensia (Hebraica) à Versão mais recente da Bíblia em hebraico, composta diretamente dos Textos Massoréticos, tidos como os mais fiéis. Engloba apenas os livros do Tanakh judeu, isto é, o Velho Testamento dos protestantes.
- Bíblia Septuaginta, LXX (Grega) à É a versão grega da Bíblia hebraica, que foi elaborada entre os séculos III e I antes de Cristo, por 72 rabinos judeus, daí seu nome ser Septuaginta, ou “versão dos setenta”. A Septuaginta inclui livros apócrifos, que não constam do cânon hebraico, sendo que os protestantes excluem esses livros adicionais, contudo, os cristãos católicos mantém alguns dos livros constantes da Septuaginta em seu cânon.
- Bíblia Vulgata (Latina) à Versão em latim de toda a Bíblia, produzida no século VI, por Jerônimo, a pedido do papa Dâmaso I. É uma tradução do Antigo Testamento em hebraico e do Novo Testamento em grego, diretamente para o latim vulgar, falado em todo Império Romano à época. Possui alguns livros à mais que a Bíblia protestante, chamados de deuterocanônicos.

1.3 TESTEMUNHOS DE GRANDES PERSONALIDADES SOBRE A BÍBLIA

- Johannes Kepler (fundador da astronomia física, alemão) à “Astronomia é pensar os pensamentos de Deus, depois Dele”.
- Francis Bacon (lorde, diplomata e filósofo inglês, pai do moderno método científico) à “Há dois livros que devemos sempre estudar: As Escrituras, que nos previnem do erro e revelam a vontade de Deus, e a Criação, que expressa o Seu poder”.
- Isaac Newton (físico inglês) à “Nós encontramos mais marcas da autenticidade da Bíblia que da história secular”.
- Louis Pasteur (microbiologista francês) à “Quanto mais conheço a Bíblia, mais minha fé aumenta”.
- Werner von Braun (engenheiro físico alemão) à “Não consigo entender como um cientista tem a capacidade de não reconhecer a presença de uma racionalidade superior e divina por trás da existência do universo. Seria o mesmo que um teólogo que resolvesse negar os avanços da ciência moderna”.
- Sir William Ramsey (arqueólogo inglês) à “Os grandes historiadores são os mais raros escritores…Eu reconheço Lucas entre os historiadores de primeira classe”.
- William Foxwell Albright (arqueólogo chileno, possuidor de mais de 30 títulos de doutorado honoris causae) à “Não há a menor dúvida que a arqueologia confirma a historicidade substancial da tradição do Antigo Testamento… Descoberta após descoberta tem confirmado a exatidão de inúmeros detalhes, e feito crescer o reconhecimento da Bíblia como uma valiosa fonte histórica”.
- Nelson Blueck (arqueólogo judeu, presidente da Universidade Hebraica de Jerusalém) à “Pode-se afirmar, categoricamente, que nenhuma descoberta arqueológica tem jamais desmentido uma referência bíblica”.
- Victor Hugo (escritor francês) à “Alguns homens, de fato, negam o Deus infinito. Alguns, também, negam o Sol: são os cegos”.

1.4 RECENTES PESQUISAS SOBRE A BÍBLIA E SEU CONHECIMENTO PELA POPULAÇÃO

Um renomado instituto de pesquisas dos Estados Unidos, chamado Instituto Barna, sediado em Greendale, Califórnia, elaborou uma pesquisa nos EUA, América Latina, África e Europa, acerca do conhecimento bíblico dos entrevistados. Abaixo seguem os resultados assustadores.
1 – Quais pessoas normatizam seu comportamento de vida pela Bíblia ou por uma filosofia de vida não cristã?
Resposta: 25% por uma filosofia bíblico-cristã; 24% se declararam não-cristãos; e 51% disseram não ter nenhuma filosofia de vida.
2 – Dos que se disseram cristãos, quantos possuíam Bíblias?
Resposta: 93% possuíam uma ou mais Bíblias; 7% não possuíam um único exemplar da Bíblia.
3 – Dos que possuíam Bíblias, quantos a liam e nela criam?
Resposta: 12% liam diariamente a Bíblia; 38% recorriam à ela momentaneamente, em períodos de necessidade; e 42% não concordavam que a Bíblia é a legítima Palavra de Deus, correta em seus ensinos.
4 – Dos que liam a Bíblia, qual seu nível de conhecimento?
Resposta: 69% criam que “Deus ajuda quem cedo madruga” é um texto bíblico; 48% acharam que o “Livro de Tomé” fazia parte do Novo Testamento; e 58% não souberam responder quem pregou o “Sermão do Monte”.
Em nova pesquisa de campo, o sociólogo norte-americano Jeffrey Haden enviou 10 mil cartas à pastores e líderes religiosos nos EUA, contendo várias perguntas. Abaixo o resultado apurado:
- 50% Não criam que Jesus nasceu de uma virgem;
- 80% Não criam que Jesus era o legítimo Filho de Deus;
- 80% Não criam que a Bíblia é um livro sagrado e inspirado por Deus; e
- 36% Não criam na ressurreição física e corpórea de Jesus.
  Não é de se espantar a razão da atual apostasia que os EUA têm experimentado e exportado para todos os continentes da Terra, entretanto, quando da sua fundação, suas bases bíblico-cristãs eram extremamente sólidas, tanto que sua maior universidade, chamada Harvard, foi fundada por piedosos cristãos, como um local de ensino teológico, que possuía como lema a palavra Veritas, do latim Verdade.
  Também na fundação dos EUA, um renomado diplomata e jurista francês foi enviado até lá, com o objetivo de “descobrir qual o segredo daquela grande nação”. De volta à França, Alexis de Tocqueville escreveu: “Os Estados Unidos da América são grandes porque são bons”.

1.5 EVIDÊNCIAS DA AUTENTICIDADE DAS ESCRITURAS

  Segundo o capítulo A Palavra Inspirada de Deus, escrito por John R. Higgins, para o livro Teologia Sistemática, Uma Perspectiva Pentecostal, as evidências da autenticidade tanto do Antigo quanto do Novo Testamento podem ser divididas no apoio interno e no apoio externo, que corroboram em favor da identidade da Bíblia como a Palavra de Deus.
1.5.1 APOIO INTERNO
  É legítimo procurar a origem e o caráter de uma obra escrita por meio do exame de seu conteúdo. A Bíblia revela unidade e consistência espantosas quanto ao seu conteúdo, levando-se em conta a grande diversidade havida em sua composição.
  O conjunto foi escrito no período de aproximadamente quinze séculos, por cerca de 46 autores diferentes, provenientes de várias classes sociais – políticos, pescadores, agricultores, médicos, reis, etc. Cada um deles escreveu em diferentes locais – palácios, prisões, navios, viagens, exílios, entre outros lugares. Seus textos variavam entre relatos históricos, genealogias, legislações, poesias, profecias e cartas epistolares.
  Cada um de seus autores possuía antecedentes únicos em sua constituição como pessoas, carregando suas escritas com experiências, virtudes e fraquezas pessoais. Escreveram em três idiomas diferentes (hebraico, aramaico e grego), e trataram de centenas de temas.

  Ainda assim, diante de tão grande diversidade, seus escritos combinados formam entre si um todo homogêneo e consistente, que aponta para o relacionamento entre Deus e a humanidade.

  Nas palavras de Josh McDowell a Bíblia não possui “uma unidade superficial, mas profunda. Quanto mais profundamente a estudamos, mais completa essa unidade se nos revela”.
  A Bíblia é totalmente relacionada à natureza complexa do ser humano, tratando de todas as áreas inerentes à sua vida (Sl. 119:96). Ainda que tenha sido escrita há milhares de anos atrás, a Bíblia continua atendendo às necessidades de cada geração. As Escrituras dirigem continuamente aquele que as lê em direção ao Deus verdadeiro, lhe possibilitando um encontro pessoal e transformador com Ele.
  Cada porção das Escrituras revela um padrão ético e moral que supera em muito os padrões esperados de homens e mulheres comuns. O foco da ética e moralidade bíblicas não se atém apenas ao que a pessoa faz, mas ao que a pessoa é.
  Muitos críticos (da ala chamada alta crítica) têm procurado diminuir a credibilidade do AT, por meio da atribuição de novas datas aos seus livros, mais recentes, no interesse de minimizar o caráter acertado das predições proféticas. Entretanto, Peter Stoner analisou oito predições a respeito de Jesus e concluiu que “na vida de uma só pessoa, a probabilidade de elas se coincidirem é de 1 em 100.000.000.000.000.000 (cem quatrilhões). Logo “a única explicação racional de tantas predições exatas, específicas, a longo prazo, é que o Deus onisciente, soberano sobre a história, haja revelado tais conhecimentos aos escritores sagrados”.

1.5.2 APOIO EXTERNO

  A Bíblia exerce uma influência marcante sobre toda a sociedade, e isso se comprova factualmente, pois ela já foi impressa, no todo ou em parte, em mais de dois mil idiomas (a ONU afirma que atualmente existem 3 mil idiomas ou dialetos falados no mundo), se tornando o livro mais difundido e lido na história da Terra.
  “Tem se dito que se a Bíblia fosse perdida, poderia ela ser reconstruída em suas partes-base a partir das citações tiradas dos livros que se acham nas prateleiras das bibliotecas públicas”.
  Os princípios revelados pelas Escrituras serviram para a formulação de todo o sistema legal das nações modernas. Thiessen disse “a Bíblia… produziu os resultados supremos em todas as profissões existentes na vida humana. Tem inspirado sublimemente as artes, a arquitetura, a literatura e a música… Não há livro que se compare a ela na sua influência benéfica sobre a raça humana”.
  “A exatidão da Bíblia em todas as áreas, incluindo pessoas, locais, costumes, eventos e ciência, têm sido demonstrada pela história e pela arqueologia. Às vezes, pensa-se que a Bíblia está historicamente errada, mas as descobertas têm dado testemunho de sua veracidade. Por exemplo: há algum tempo, pensava-se que a escrita não havia sido inventada senão depois de Moisés. Mas agora, sabemos que essa ciência remonta até 3.000 a.C. Houve tempos quando os críticos negavam a existência de Belsazar. As escavações, contudo, identificam-no com seu nome babilônico: Bel-shar-usur. Os críticos diziam que os heteus, mencionados 22 vezes na Bíblia, nunca existiram. Agora sabemos que eles foram uma grande potência no Oriente Médio”.
  Em muitas épocas foi intentada a destruição da Bíblia (edito de Diocleciano, de 303, ordenando sua completa destruição), ou sua leitura foi proibida à população (Idade Média), contudo, nenhuma delas obteve êxito.
  Levando-se em conta que durante muitos séculos ela foi copiada manualmente, grande era a probabilidade dela ter desaparecido. Um célebre filósofo, chamado Voltaire predisse que “dentro de cem anos, o Cristianismo desapareceria”. Cinquenta anos depois da sua morte, ocorrida em 1778, a Sociedade Bíblia de Genebra estava usando o seu prelo e a sua casa para produzir grandes pilhas de Bíblias, conforme relata Sidney Collett.
  Por fim, Bruce Metzger, especialista em crítica textual, informa que, “no século III a.C., os estudiosos em Alexandria indicavam que as cópias que possuíam da Ilíada de Homero apresentavam cerca de 95% de fidedignidade. Indica, também, que os textos setentrional e meridional da Mahabharata da Índia diferem entre si numa extensão de 26.000 linhas. Isto contrasta com mais de 99,5% de exatidão para as cópias manuscritas do Novo Testamento. Esse meio por cento de diferença consiste principalmente nos erros de ortografia dos copistas e, mesmo assim, passíveis de correção. Nenhuma doutrina da Bíblia depende de algum texto cuja forma original não possa ser determinada com exatidão.
  Explicando as variantes gregas do NT o Dr. Philip Schaff, presidente do Comitê Americano de Revisores diz:
  “Esta grande quantidade de variantes do texto grego não deve desconcertar ou alarmar cristão algum. Ela é o resultado natural da grande riqueza de nossas fontes documentais; ela é um testemunho da imensa que o Novo Testamento tem; ela não afeta, mas, ao contrário, assegura a integridade do texto; e ela é um estímulo útil ao estudo.
  Somente cerca de 400 das 100.000 ou 150.000 variantes afetam materialmente o sentido. Destas, não mais do que cerca de cinquenta são realmente importantes por alguma razão ou outra; e mesmo destas cinquenta uma sequer afeta um artigo de fé ou um preceito de dever que não seja abundantemente mantido por outras passagens sobre as quais não há dúvida, ou pelo teor total do ensino da Escritura.
  O Textus Receptus de Stephens, Beza e Ezevir, e das versões inglesas, ensina exatamente o mesmo cristianismo que o texto uncial dos manuscritos Sinaítico e Vaticano, as versões mais antigas, e a revisão Anglo-Americana”. (SCHAFF, Philip. Companion to the New Testment apud CHAFER, Lewis Sperry. Teologia sistemática. Vol. 1. São Paulo: Hagnos, 2003. p. 122).

1.6 REVELAÇÃO, INSPIRAÇÃO E ILUMINAÇÃO

  O estudo da revelação, inspiração e iluminação ensina ao homem como a verdade de Deus pôde ser transmitida sem erro, por homens falíveis, e de como o Deus eterno “abre” (iluminação) o entendimento para que os homens compreendam àquela verdade.
 A revelação é a influência divina direta que comunica a verdade de Deus ao homem.
  A inspiração é a influência divina direta que assegura uma transferência correta da verdade numa linguagem que outros possam entender.
  A inspiração bíblica é:
1. Verbal: que significa que o Espírito Santo guiou a escolha das próprias palavras que estão na Bíblia, em meio às palavras conhecidas pelos autores; e
2. Plenária: que significa que toda a Bíblia é infalível e final, em todas as suas porções.
  A iluminação é a tarefa efetuada pelo Espírito Santo para possibilitar ao homem, com uma relação correta com Deus, a entender as Escrituras (Lc. 24.44-45, 1 Jo. 2.27).
A revelação, inspiração e iluminação podem ser vistas claramente na passagem de 1Co. 2.9-13 (v. 10, revelação; v. 11-12, iluminação e v. 13, inspiração).

1.7 A FORMAÇÃO DO CÂNON E A AUTENTICIDADE DO ANTIGO TESTAMENTO

  “Estabelecer o cânon da Bíblia não foi, porém, a decisão dos escritores, nem dos líderes religiosos, nem de um concílio eclesiástico. Pelo contrário: o processo da aceitação desses livros como Escritura deu-se mediante a influência providencial do Espírito Santo sobre o povo de Deus. O Cânon foi formado por um consenso, e não por um decreto. A Igreja não resolveu quais livros deveriam estar no cânon sagrado, mas limitou-se a confirmar aqueles que o povo de Deus já reconhecia como a sua Palavra. Fica claro que a Igreja não era a autoridade; mas percebia a autoridade na Palavra inspirada.” (HIGGINS, John R. A palavra inspirada de Deus. In. HORTON, Stanley M. Teologia sistemática. Rio de Janeiro: CPAD, 1996, p. 114-115).
  “É importante observar que a determinação do cânon, ou lista dos livros da Escritura Sagrada, não é obra da Igreja como entidade organizada. Nós os recebemos, como os Pais e os Concílios os receberam, pois temos evidência de que eles são os escritos dos homens, das classes de homens, cujos nomes eles detêm, merecem crédito, e são inspirados.” (STRONG, Augustus Hopkins. Teologia sistemática. São Paulo: Hagnos, 2003, p. 265).
  “A autoridade da Escritura Sagrada, razão pela qual deve ser crida e obedecida, não depende do testemunho de qualquer homem ou igreja, mas depende somente de Deus (a mesma verdade) que é o seu autor; tem, portanto, de ser recebida, porque é a palavra de Deus.
  Pelo testemunho da Igreja podemos ser movidos e incitados a um alto e reverente apreço da Escritura Sagrada; a suprema excelência do seu conteúdo, e eficácia da sua doutrina, a majestade do seu estilo, a harmonia de todas as suas partes, o escopo do seu todo (que é dar a Deus toda a glória), a plena revelação que faz do único meio de salvar-se o homem, as suas muitas outras excelências incomparáveis e completa perfeição, são argumentos pelos quais abundantemente se evidencia ser ela a palavra de Deus; contudo, a nossa plena persuasão e certeza da sua infalível verdade e divina autoridade provém da operação interna do Espírito Santo, que pela palavra e com a palavra testifica em nossos corações.” (INGLATERRA. Confissão de fé de Westminster. Da escritura sagrada. Londres, 1647).
  O Antigo Testamento constitui a parte inicial da Bíblia cristã e a totalidade da Bíblia hebraica, chamada de Tanakh. Segundo a tradição judaica, o AT pode ser divido em Torah ou livros da Lei, que contém a lei mosaica, Nevi’im ou livros dos profetas e Ketuvim ou escritos (formando o acrônimo Tanakh). A tradição cristã divide o AT em Pentateuco (os cinco livros da Lei e Deus), Livros Históricos, Livros Poéticos e Sapienciais e Livros Proféticos, somando um total de 39 livros.
  A genuinidade do Antigo Testamento é, nas palavras de A. H. Strong: “sinceridade de propósito e liberdade de qualquer coisa falsa ou intencionalmente enganosa a respeito da época ou da autoria dos documentos”.
  Prova-se a genuinidade do AT através dos seguintes argumentos:
 1 – O Novo Testamento faz citação ou alusão a todos os livros do Antigo Testamento como genuínos, exceto seis deles, que são: Juízes, Eclesiastes, Cantares de Salomão, Ester, Esdras e Neemias, entretanto, apesar destes livros não serem citados diretamente no Novo Testamento, eles não trazem nenhum ensino ou doutrina que anule qualquer outra porção das Escrituras.
Juízes – Não se sabe, ao certo, quem seja o autor desse livro de transição, que liga o período de conquista de Canaã por Josué, até os dias da monarquia hebraica. O Talmude aponta Samuel como seu provável autor. Além de não conter nenhuma inscrição que contrarie qualquer ponto bíblico-doutrinário, o livro de Juízes apresenta uma verdade perene por toda a Bíblia: Deus usa somente pessoas cheias do Espírito Santo para sua obra (cf. 3:10, 6:34, 14:6 e At. 1:8, 4:33).
Eclesiastes – Sua autoria, pelo estilo, majestade e tema, é atribuída ao rei Salomão. Apesar de não possuir menções específicas no Novo Testemunho, o livro contem verdades espirituais que se coadunam perfeitamente às doutrinas neotestamentárias (cf. 9:9-10 – Hb. 9:27 / 11:9, 12:14 – Mt. 16:27, Rm. 2:6-8 /  5:15 – I Tm. 6:7).
Cantares de Salomão – É um livro, que pela tradição judaica, foi escrito durante a juventude do rei Salomão, para descrever seu amor pela bela Sulamita. É o livro bíblico que mais trata do relacionamento pré e pós-nupcial, que coloca em relevo a grandeza da vida afetiva entre o homem e a mulher. Apesar de não haver nenhuma referência explícita em outros livros da Bíblia, seu tema foi utilizado pelo autor de Hebreus para exaltar a nobreza de um casamento santo (13:4), e ainda tem sido utilizado como uma alegoria ao amor entre Cristo e a Igreja (cf. Ef. 5:22-23, Ap. 21:1-2, 9-10).
Ester – Seu autor permanece desconhecido até os dias atuais, contudo as evidências literárias intrínsecas apontam para um autor judeu, ou de profundo conhecimento dos costumes hebraicos. O tema desse livro (que não menciona nenhuma vez o nome de Deus) revela uma íntima ligação com o ódio e raiva que desfrutam aqueles que são escolhidos como “povo de Deus”. Trata-se de uma clara alusão ao sofrimento suportado por aqueles que vivem em uma terra alheia, governada por líderes demoníacos, contudo, são livrados sempre pela mão poderosa do Deus ao qual servem.
Esdras – É um livro escrito por um sacerdote e escriba (que empresta seu nome ao livro), com o propósito de relatar os eventos históricos e genealógicos de seu tempo, bem como a volta do povo judeu do exílio babilônico. Contém um dos princípios mais patentes de oração fervorosa e arrependida do AT (cap. 9), onde seu autor é tomado de quebrantamento pelo pecado da nação israelita, princípio esse encontrado, mais vividamente, nos profetas Daniel, Jeremias, Joel e em Neemias.
Neemias – Este livro foi escrito pelo governador Neemias, auxiliado pelo sacerdote Esdras. Sua historicidade foi comprovada no começo do séc. XX, através dos Papiros de Elefantina, que fazem referência à personagens constantes do livro (Sambalate e Joanã), e também à substituição de Neemias como governador em 410. A.C. Este livro se amolda perfeitamente ao restante das Escrituras Sagradas, apesar de não ser mencionado em outro livro bíblico, pois apresenta a figura de um governador piedoso e dirigido por Deus, constantemente em oração, em semelhança ao rei Davi, e ao Rei dos Reis Jesus.
2 – Por meio do testemunho das autoridades judias antigas e modernas que declaram que somente os livros constantes do atual cânon são sagrados.
  Nessa esteira estão, segundo A.H. Strong, o historiador Flávio Josefo que “enumera esses livros ‘que, com justiça, desfrutam crédito’”; Filo, que “nunca cita um apócrifo, apesar de que ele cita quase todos os livros do AT”; George Adam Smith, que ensina que “os fatos não apóiam a teoria que atribui o cânon do AT a uma simples decisão da igreja judia nos dias da sua inspiração. O desenvolvimento do cânon do AT foi gradual”, ou seja, ele foi sendo firmado pelo tempo, através de Esdras e Neemias e, finalmente, nas decisões do concílio de rabinos em Jâmnia, entre 90 e 118 d.C. Nesse concílio foi decidido acerca da inclusão de Cantares de Salomão e de Eclesiastes, encerrando assim o cânon do AT.
3 – Através da descoberta do “livro da Lei” no templo (621 a.C), no reinado do rei Josias (II Re. 22:8). Foi justamente nessa data que a Lei, ou Torah, começava a ser observada como a “lei da terra” em Israel (semelhante à força da legislação nacional nos países atuais). Tal descoberta comprova a já existência de porções do AT em formas escritas, juntamente com as passagens de Os. 8:12 (743 – 737 a.C.) e Am. 2:4 (759 – 745 a.C.).

1.8 A FORMAÇÃO DO CÂNON E A AUTENTICIDADE DO NOVO TESTAMENTO

  Os elementos que garantem a autenticidade do Novo Testamento foram apresentados no capítulo anterior, intitulado Bibliologia, Aspectos Históricos, no item Evidências da autenticidade das Escrituras. Abordaremos, neste momento, a formação e consolidação do cânon do NT, com base na obra O Novo Testamento interpretado versículo por versículo, do Dr. Russell Norman Champlin (São Paulo: Hagnos, 2002, p. 158-160).
Situações que influenciaram a formação do cânon do Novo Testamento:
1 – O AT, que forneceu o impulso criador de um novo testamento;
2 – A vida e as palavras de Jesus Cristo e, em conseqüência a necessidade de criar uma nova autoridade além da autoridade do AT;
3 – A nova religião cristã, que criou a necessidade de mais Escrituras além das Escrituras judaicas, para formar a base da nova revelação;
4 – Os apóstolos, primeiros grandes líderes da nova religião revelada, os quais, com seus livros e epístolas, forneceram a base das novas Escrituras;
5 – Os pais apostólicos, que criaram os cânones primitivos e uma nova autoridade na igreja cristã primitiva;
6 – Os concílios da igreja primitiva e medieval.
  Foram adotados na elaboração do cânon do NT, basicamente, sete princípios orientadores, para que os livros fossem considerados como de inspiração divina e, portanto, obrigatórios de constarem no NT, são eles:
1. Circulação Universal – Alguns livros jamais foram aceitos por falta de circulação, enquanto outros foram aceitos tardiamente por falta de circulação na igreja universal, pois circulavam somente em certos setores da igreja.
2. Autoria dos Apóstolos – Ou dos discípulos dos apóstolos. Dentre os apóstolos temos as epístolas de Paulo e de Pedro, e os evangelhos de Mateus e João. Dentre os discípulos temos os evangelhos de Marcos e de Lucas, o livro de Atos, a epístola aos Hebreus, etc.
3. Livros Segundo a Tradição – E a doutrina dos apóstolos: Lucas, Atos, Hebreus, Apocalipse e II Pedro.
4. Rejeição – Houveram livros rejeitados mais tarde, após o tempo dos apóstolos. Isso explica a rejeição final das epístolas de Clemente e outras.
5. Rejeição de Escritos Notadamente Falsos – Também foram rejeitados escritos ridículos ou fabulosos. Entre esses podemos enumerar a maior parte dos livros apócrifos, o evangelho de Tomé e de André, os Atos de Paulo, o Apocalipse de Pedro, entre outros.
6. Rejeição de Livros Heréticos – A literatura que visava propagar heresias, como o evangelho de Tomé e diversos outros livros apócrifos.
7. Uso Universal – Por parte da igreja universal. Alguns livros foram aceitos apenas por determinados setores da igreja, ou somente por alguns indivíduos. Finalmente, os vinte e sete atuais livros do NT foram aceitos e passaram a ser universalmente usados na igreja cristã.
  O cânon oriental foi fixado, de forma quase universal, no Concílio de Alexandria, em 325, por Atanásio de Alexandria. Esse cânon continha os vinte e sete livros que temos hoje no NT.
  O cânon ocidental foi realizado através dos seguintes concílios: Concílio de Laodicéia, em 363, que proibiu o uso dos livros não-canônicos, esse concílio somente excluiu o livro de Apocalipse; Concílio de Nicéia, em 325, que aceitou o cânon de Atanásio de Alexandria; Concílio de Hipona, em 393, que aceitou os vinte e sete livros atuais; Concílio de Cartago I, em 397, aprovou os atuais vinte e sete livros; Concílio de Cartago II, em 419, que confirmou o anterior, mas separou a epístola aos Hebreus das que são atribuídas ao apóstolo Paulo, Agostinho participou ativamente desses dois últimos concílios.
  Finalmente, as várias confissões de fé protestantes confirmaram os vinte e sete livros do NT como os temos atualmente (Confissão de Fé Alemã (Augsburgo) de 1530, por Philipp Melanchthon, Confissão de Fé Escocesa de 1560, por John Knox e outros, Confissão de Fé de Westminster de 1647, Confissão de Fé Batista de 1689).

1.9 CARACTERES INTEGRADORES E DISTINTIVOS DO ANTIGO E NOVO TESTAMENTO

  Há muitos que apontam para uma diferenciação (e mesmo um antagonismo) entre os pactos e o Deus do AT, e a aliança e graça do Deus do NT. Tais pessoas vêm no AT um Deus perfeccionista e irado, pronto a “vingar toda desobediência”, com Suas vontades voltadas exclusivamente para lhe “garantir um grande nome”, enquanto, no NT, nos deparamos com um Senhor humilde e compassivo, atento e prestativo às carências humanas.
  O maior ensino sobre o vínculo existente entre o AT e o NT está em Gálatas, capítulo 3, para o qual remetemos o aluno.
  Para comprovarmos, teologicamente, o elo de continuidade existente entre os Antigo e Novo Testamentos, utilizaremos a precisão lição do Dr. Alister E. McGrath, em sua obra Teologia Sistemática, Histórica e Filosófica (São Paulo: Shedd, 2007, p. 204-205).
  João Calvino, o reformador suíço, defende a existência de uma fundamental semelhança de continuidade entre os dois testamentos, valendo-se de três argumentos:
1 – Ele enfatiza a imutabilidade da vontade divina. Não é plausível que Deus aja de uma determinada forma no Antigo Testamento e, logo a seguir, aja de uma totalmente distinta no Novo Testamento. Deve existir uma continuidade fundamental de ação e intenção entre os dois testamentos.
2 – Ambos celebram e proclamam a graça de Deus manifestada em Jesus Cristo. Pode ser que o Antigo Testamento seja capaz de oferecer em testemunho da vinda de Jesus apenas “à distância e de forma obscura”; no entanto, seu testemunho da vinda de Cristo é real.
3 – Ambos os testamentos possuem os “mesmos sinais e sacramentos”, dando testemunho da mesma graça por parte de Deus.
  Desta maneira, Calvino defende que os dois testamentos são, basicamente, idênticos, diferindo apenas em administratio, porém não em substancia. Com o intuito de comprovar as diferenças entre ambos apenas quanto à forma, e não quanto à substância, Calvino apresenta cinco detalhadas explicações:
1 – O Novo Testamento é mais claro do que o Antigo, em particular com relação às coisas invisíveis. O Antigo Testamento tende a ser impregnado de certas preocupações relativas a coisas visíveis e tangíveis, que pode por vezes obscurecer os propósitos, esperanças e valores intangíveis que estão por trás daquilo que é visível. Calvino exemplifica esse aspecto com uma referência à terra de Canaã. O Antigo Testamento tende a tratar essa propriedade terrena como fim em si mesma, ao passo que o Novo Testamento a considera como reflexo da herança futura, reservada aos cristãos no céu.
2 – Os Antigo e Novo Testamentos adotam uma abordagem diferente em relação à linguagem figurativa. O Antigo Testamento utiliza um modelo de representação da realidade que, conforme sugere Calvino, leva a um encontro indireto com a verdade, por meio de diversas figuras de linguagem e imagens; o Novo Testamento possibilita uma experiência imediata da verdade. O Antigo Testamento apresenta “apenas um reflexo da verdade… a sombra no lugar da substância”, proporcionando uma “antecipação daquela sabedoria que viria a ser um dia claramente revelada”; o Novo Testamento apresenta a verdade de forma direta, em toda sua plenitude.
3 – Há uma diferença entre a lei e o evangelho, ou entre a letra e o espírito. Falta ao Antigo Testamento a ação poderosa e capacitadora do Espírito Santo, ao passo em que o Novo Testamento é capaz de liberar esse poder. A lei é capaz, portanto, de instruir mandamentos, proibir e prometer, mas faltam-lhe recursos necessários para operar algum tipo de transformação fundamental na natureza humana, o que representa, antes de tudo, a razão da necessidade de mandamentos. O evangelho é capaz de “transformar ou corrigir a perversidade que é inerente a todos os seres humanos.” A lei e o evangelho guardam entre si uma relação de continuidade, assim como não se encontram em posições diametralmente opostas.
4 – Percebe-se uma diferença nas emoções desiguais evocadas pela lei e pelo evangelho. O Antigo Testamento evoca temor e tremor, mantendo a consciência em estado de servidão, ao passo que o Novo Testamento provoca uma resposta de liberdade e júbilo.
5 – A revelação do Antigo Testamento era restrita à nação de Israel; a revelação do Novo Testamento possui escopo universal. Calvino restringe a esfera de atuação da antiga aliança a Israel; com a vinda de Cristo, essa separação chegou ao fim, à medida que foi abolida a diferença entre judeu e grego, entre circuncisos e incircuncisos. Assim, o chamado dos gentios distingue o Antigo Testamento do Novo.
  Em uma das poucas obras de teologia escritas por um rei (Rei James I da Inglaterra, que também foi o mandante da confecção de uma nova versão da Bíblia em inglês, chamada de King James Version), este apresenta a seu filho, Príncipe Henry, a precisa relação existente entre o Antigo e o Novo Testamento, conforme abaixo:
  “Toda a Bíblia é ditada pelo próprio Espírito de Deus para, dessa maneira (assim como por meio de sua palavra viva), instruir e governar toda a igreja em ação, até os confins do mundo. Ela compõe-se de duas partes, os Antigo e Novo Testamentos. A base do Antigo Testamento é a Lei, que expõe nosso pecado e traz em si a justiça. A base do Novo Testamento é Cristo, aquele que perdoando os pecados, encerra em si a graça. A síntese da lei são os Dez Mandamentos, mostrados de forma mais detalhada na Lei e interpretados pelos Profetas: por intermédio de suas histórias são apresentados exemplos da obediência ou desobediência aos mandamentos e qual praemiun ou poena era, conseqüentemente, atribuído por Deus. Contudo, tendo em vista que homem algum foi capaz de cumprir a Lei, nem sequer uma parte dela, aprouve a Deus, em sua infinita bondade e sabedoria, enviar seu próprio Filho como um de nós, segundo a nossa natureza, para alcançar sua justiça mediante o sacrifício de seu Filho por nós: para que, uma vez que não pudemos ser salvos pelas nossas obras, pudéssemos ser (ao menos) salvos pela fé. Portanto, a base da Lei da Graça encontra-se nas histórias do nascimento, vida, morte e ressurreição de Cristo.” (JAMES I da Inglaterra. Basilikon dorom [Dom real]).

1.10 PRESERVAÇÃO DAS ESCRITURAS

  Como relatado nos capítulos anteriores, por diversas vezes a Bíblia foi alvo de tentativas de destruição completa ou parcial. As línguas em que foi escrita, os locais geográficos de difícil acesso, as características pessoais dos escritores e todas as intempéries às quais seus pergaminhos foram submetidos poderiam ter colaborado para que o texto se perdesse ou que fosse gravemente deturpado.
  Contudo, devido à sua autoria divina, esse incomparável livro foi preservado no passado, permanece resguardado no presente e continuará preservado pelos anos que ainda se fizerem necessários até a volta de Cristo, e mesmo depois desse evento, estará em pleno cumprimento no céu!
  “Acerca dos teus testemunhos soube, desde a antiguidade, que tu os fundaste para sempre”. (Sl. 119.152)
  “O céu e a terra passarão, mas as minhas palavras não hão de passar”. (Mt. 24.35)
  “Sendo de novo gerados, não de semente corruptível, mas da incorruptível, pela palavra de Deus, viva, e que permanece para sempre”. (1Pe. 1.23)